martes, 2 de diciembre de 2008

LOS PUCHERICOS


Los puchericos

Una de las actividades que me esperaban en mi nuevo y definitivo destino fue la de las excursiones extraescolares. Al principio de curso, en la Memoria, se especificaban por cada ciclo, las actividades a realizar, que debían aprobarse por el Consejo Escolar. Ahí entraban visitas a museos, asistencia a teatros, visita de ciudades monumentales, turísticas, centros de formación como granjas-escuela, etc… e, inevitablemente, se tenía que programar el destino del viaje de Fin de Escolaridad del Octavo Nivel, como despedida de los alumnos que pasarían al Instituto o a la Formación Profesional.
El objetivo de estas actividades era exclusivamente formativo, con el objetivo claramente definido de que el alumnado tomase conciencia de la realidad circundante y también que aprendiese “in situ” las costumbres, historia y geografía, etc.… que se le enseñaba en clase. Normalmente las visitas eran de mediodía o de un día. Casi obligado, todos los años se visitaba la fábrica de “Galletas Río”, ubicada en la misma localidad; la planta potabilizadora de “Aguas de Valencia”, también sita dentro del término; la fábrica de la Coca-Cola; la asistencia a los distintos teatros que al efecto organizaba la Generalitat Valenciana, etc. etc.
El viaje de Octavo ya era otro cantar, pues su duración se extendía a una semana y los destinos mucho más lejanos. Al principio de curso se daba a elegir a los alumnos el destino, que en los años en los que estuve a cargo de este nivel siempre me elegían Mallorca. De modo que llegué a aprenderme esta isla como la palma de la mano. Ellos, los alumnos, lo pasaban muy bien, puesto que para muchos, era la primera vez que estaban fuera del hogar, fuera de la presencia de sus padres, y tenían unas ansias de “libertad” que daba miedo…Para los profesores acompañantes, - dos o tres, según el número- eran unos días muy intensos, pues teníamos que multiplicarnos, tanto para la organización y cumplimiento de los objetivos culturales previstos, como para que no se nos “desmandase” el “ganao” cuando se relajaban, al llegar al hotel… Yo tenía una compañera, que normalmente formaba parte de mi equipo, que tenía una norma y que poníamos en práctica en cada viaje: la de tener una jornada tan apretada e intensa durante el día, que para la noche los alumnos estuvieran rendidos y lo que le apeteciese fuera la cama más que otra cosa.
Y al relatarte esto, querido amigo, me ha venido a la memoria mis “excursiones” en la escuela unitaria en la que empecé a ejercer… Me llamaba la atención que aquellos niños me dijesen con frecuencia: “Maestro,¿por qué no vamos de excursión al campo?” Yo me extrañaba, pues estábamos en pleno campo, así que invariablemente yo contestaba: “No necesitamos esa excursión, porque ya estamos en el campo”… Pero un día me cambiaron la cantinela por esta otra: “Maestro, ¿por qué no vamos a buscar “puchericos”? “. Me intrigó esta propuesta y traté de indagar qué eran los dichosos “puchericos”, sin conseguir una respuesta lógica, seguramente porque aquellos niños desconocían el alcance de sus hallazgos. De modo que, para averiguarlo, no tuve más remedio que acceder a organizar una pequeña excursión para la “búsqueda y captura de los puchericos”. Después de caminar como una hora, llegamos a la orilla del río Guadalimar –afluente del Guadalquivir- y, en un terraplén cercano, los niños empezaron a escarbar con las manos en él y a sacar trozos de una cerámica, algunos de los cuales eran lo suficientemente grandes para adivinar que se trataban de pequeñas vasijas antiguas.
Me llevé a casa el “botín” y le consulté a un amigo mío, que trabajaba en el Museo Arqueológico de Jaén, por el origen de aquellos restos encontrados y cual sería mi sorpresa cuando me dijo que se trataba de vasijas romanas, elaboradas con la famosa “tierra sigilata”. Más tarde supe que la ciudad de Cástulo, una antigua población que tuvo ya gran importancia en la época prerromana a causa de su posición estratégica –controlaba el acceso al valle del Guadalquivir desde la costa mediterránea, como por la riqueza minera de sus alrededores. Actualmente, las ruinas de Cástulo, muy cercanas al lugar de mi escuela, pueden visitarse desde la ciudad de Linares, término en el que se hallan ubicadas.
Con el tiempo fui observando como, por ejemplo, las “porterias” de fútbol en donde jugaban los chavales eran nada más y nada menos que capiteles romanos, que muchos abrevaderos para los animales, eran sarcófagos romanos… y un largo etcétera que cada día aumentaba mi sorpresa. Pero claro, yo no estaba allí para hacer excavaciones, sino para educar.O sea, que estaba viviendo sobre siglos de historia y yo sin enterarme…Menos mal que aquellos niños me llevaron hasta “los puchericos”…

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