viernes, 28 de noviembre de 2008

Yo que tú no lo haría, forastero


Yo que tú no lo haría, forastero

Mi propósito e ilusión por trabajar en la Segunda Etapa se cumplieron, no sin antes haber pasado por el obligado trámite, como novato, de estar unos años en los cursos que casi nadie apetecía, aunque yo me encontrara muy a gusto con aquellos chavalines – la matrícula osciló entre los 40 a 45 alumnos- que me dieron muchas satisfacciones y alegrías.
Pasé a ser tutor de un curso de 6º de EGB y estar a cargo de impartir las Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza, aparte de otras “marías” para completar horario, en los tres grupos que componían este nivel. Hasta aquí nada extraordinario, si no es la alegría por encontrarme en el puesto que deseaba… Muy pronto me di cuenta de que me esperaba otra sorpresita: uno de los tres grupos se había formado con todos aquellos alumnos que presentaban problemas de todo tipo: retraso escolar, indisciplina, inadaptación social, pre-delincuencia juvenil, etc… En una clase en la que tendría que haber niños de once años, los había de doce, trece y hasta cartoce años, con algunos de los problemas señalados. Mis compañeros y yo hubimos de rompernos la cabeza para encontrar una fórmula que, principalmente, lograse interesar a aquellos chicos. Casi la primera meta fue la de lograr en la clase un nivel medianamente aceptable de disciplina, pues la problemática de comportamiento era deplorable. Así que, a veces, medio en broma, teníamos que enseñar los dientes, exclamando la amenazante frase de las películas del Oeste, “yo que tú no lo haría, forastero”.
Una vez más en mi carrera tomé conciencia de que la labor del maestro no era sólo la meramente instructiva. Lo que más ayudó a aquel grupo de alumnos fue el encontrar en el equipo de profesores a personas que les querían, les apreciaban, atendían a sus problemas particulares, familiares, sociales… Poco a poco fueron entrando en una dinámica de trabajo más que aceptable.Como primera medida, adoptamos el acuerdo de olvidarnos del programa oficial y, tras una evaluacion de las necesidades de los alumnos, nos dedicamos a trabajar en las materias fundamentales de lectura, escritura y cálculo, al objeto de proporcionarles una base que, estando ya próximos a abandonar el colegio, les sirviera de utilidad. Esto, unido a muchas actividades de tipo manual y deportivo nos llevó a conseguir lo que al principio parecía una labor imposible: que los chicos y chicas adquiriesen un nivel aceptable para su vida futura.

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