viernes, 14 de noviembre de 2008

¿La letra con sangre entra?



Premios y castigos

Hoy hablas de esto en cualquier parte y te pueden correr a gorrazos por todo el pueblo. ¿Premios, diplomas, primeros puestos, notas? Noooo, eso es discriminar a los que no los alcancen. ¿Castigos? Físicos no, porque es torturar, atentar contra la dignidad de la persona, acentuar la represión, etc… Morales? Reprimir delante de los demás alumnos, es rebajar a la persona, crearle tráumas… Para no manosear lo que todo el mundo sabe: hoy día ni se puede premiar, ni se puede castigar. Hay que formar una masa homogénea para que todos los alumnos sean iguales y, claro, para eso hay que establecer unos niveles que se puedan superar sin esfuerzo, sin traumas, sin premios, sin castigos…
Cuando empecé a ejercer la educación estaba ya de vuelta de los castigos físicos, aunque todavía quedaban algunas reminiscencias del pasado. Siempre he creído y entendido, querido amigo, que aquellos maestros que necesitaban castigar a los alumnos físicamente, tratando así de salvaguardar su autoridad, mantener el orden y la disciplina en la clase, reprender la mala conducta u omisiones de sus alumnos, es porque no eran verdaderos maestros. Necesitaban del castigo porque carecían de autoridad. Un maestro debe parecerse lo más posible a un padre responsable, y éste nunca castiga o reprende a su hijo inútilmente. Pero en algunas ocasiones, hay que hacerlo con harto dolor de corazón y desgarrándosete todas tus entrañas. Tu hijo, tu alumno debe entender el valor correctivo de un castigo, su beneficio posterior… si no se lo haces entender, habrás fracasado como padre o como educador.
Premios y castigos. Si, rotundamente sí. Porque siempre he entendido y procurado llevar a la práctica que la educación prepara para la vida. Y en la vida, no sé si esto es bueno o malo, se premia a los que rinden, trabajan, se esfuerzan, estudian… y castigan con la indiferencia, el paro, la no aceptación a los que, por diversas razones, no están preparados, no se esfuerzan, quieren todos los derechos y solo unos pocos deberes… La sociedad está estructurada, queramos o no, en una competitividad feroz: lo que vale triunfa, y si no triunfa, no vale. Ahí tenéis el ejemplo de los programas de TV. Si tienen audiencia, duran y triunfan. Si no, a los pocos programas se echa por tierra el trabajo de decenas de profesionales. Y naturalmente, la escuela que se precie de tal, no debe dar la espalda a esta realidad. Aunque yo no estoy en este blog para arreglar el mundo, sino para contar mi vida, mis experiencias. Asi que, querido amigo, perdona estas salidas de tono que de vez en cuando me salen espontáneamente. Te contaré como trataba yo el tema en aquella escuelita rural.
Para premiar el esfuerzo de los alumnos, a lo largo de la semana, teníamos en la clase un cuadro de honor, en el que figuraban los nombres de los alumnos que habían sobresalido por algún motivo y que no era ,precisamente, el ser el más empollón de la clase. Se premiaba, por ejemplo, la mejor redacción, el mejor dibujo, la mejor puntuación de positivos y negativos – cada alumno tenía una cuenta en la que se apuntaban estos resultados-,la mejor acción, el mejor deportista, etc… Así, siempre tenías un razón para premiar a toda la clase, a lo largo de las cuatro semanas del mes… Todo esto, y más que nada, la continua labor tutorial, hablando con cada uno de tus alumnos, interesándote por sus cosas, su familia, sus problemas, sus deseos, ilusiones, fracasos, miedos, etc..
Los propios alumnos tenían su consejo de disciplina, constituido por unos miembros, elegidos por toda la clase. Y cuando se presentaba un problema, eran ellos mismos los que recomendaban el castigo a que debía someterse el infractor. La mayoría de las veces el maestro tenía que rebajar la “pena”, pues aquellos “jueces” eran bastante severos…
¿La letra con sangre entra? Tal vez si, pero con la sangre del maestro…

No hay comentarios: