jueves, 18 de septiembre de 2008

Los libros


Tengo que hablarte necesariamente del material escolar de aquellos años cuarenta, especialmente de los libros de texto. No sé si habrás observado alguna vez la mochila de un alumno actual. Si tienes hijos, no sólo te sentirás extrañado de su volumen, de la cantidad de peso -han tenido que ponerles ruedas para no romper las espaldas de los pobres chavales-, de la cantidad de cosas que hay dentro, sino también de la suma de dinero que hay que gastarse cada año en renovar su contenido, e incluso la propia mochila, porque “ya no se lleva”… Los libros son “autodestruibles” como aquellas cintas de cassettes de una famosa serie americana. No sirven porque se escribe en ellos, se dibuja, se recorta… A fin de curso, en lugar de un libro parece un bocadillo caducado. Eso sí, todo son maravillosas fotos en papel “couché”, gráficos,ejercicios “dificilísimos”, etc, etc. Un alumno de primero de primaria puede llevar hasta 8, 10 o 12 libros, entre textos, cuadernos de ejercicios, diccionarios, ¡¡¡uffffffffff!!! Si quieres que te dé un soponcio, sólo tienes que abrir una de esas mochilas. ¿Y todo esto sirve para que los niños aprendan más y mejor? Hummm, no me quiero meter en discusiones, - por el momento, jeje- , pero si que te voy a contar cuál era nuestro material personal. Luego tú, querido amigo, sacas las conclusiones que estimes oportunas. Al principio de ir a la escuela yo llevaba, en la mano, un pizarrín , una pizarra y la cartilla “Rayas”. ¿¿¿¿¿¿¿¿?????????.- “¿Qué me dices, hombre?..¿Y eso que era?...¿Para qué servía?” Pues mira, el maestro ponía en esa pizarra –pero pizarra de verdad, esa piedra que se llama asi , ¡como te lo digo!, que si se caía al suelo se rompía…-, la muestra que tenías que hacer, que solía coincidir con la lectura de tu cartilla, o bien el dictado, o bien las cuentas de cálculo, los problemas, etc… y que luego él te corregía individualmente. En esa pizarra se escribía con un “pizarrín”, es decir, una especie de lápiz mineral, de una pizarra no muy dura, y que, cuando ya los ejercicios estaban corregidos, se podía borrar con un trapito que, a veces, se llevaba atado con un cordel a la pizarrita.
Pero creo que me he desviado del tema, porque tenía que hablarte de los libros. En otro capítulo seguiremos con lo apuntado aquí…Pues bien, te digo… En los primeros meses se aprendía a leer en las famosas cartillas llamadas “Rayas”, que sustituyeron en mis tiempos al famoso “Catón” de mis padres y abuelos. Y ya, con las técnicas de lectura y escritura adquiridas, pasabas a las Enciclopedias. Si eres algo mayor, sabrás de que te hablo, pues con toda seguridad habrás estudiado en tu tierna infancia en la famosa y extendida “Enciclopedia Alvarez”. Si eres joven, puede que te suene a chino de lo que te hablo. Veamos. Yo, como soy un poco mayor, estudié en las enciclopedias “Dalmau Carles”, que tenían una gradación de menor a mayor, es decir: Preparatorio, Elemental, Medio y Superior. Hasta que no “te sabías” todo el libro, no “te pasaba” el maestro al siguiente, con lo que te podías pasar dos o tres cursos con el mismo. En dichas Enciclopedias se encontraban todas las asignaturas: Lengua Española, Matemáticas, Geografía, Historia, Historia Sagrada… Tenían pocas ilustraciones y todas ellas con unos dibujos muy rudimentarios, pero altamente ilustrativos. Había que aprenderse “de memoria” el contenido de cada respuesta, a preguntas muy breves, lo que tantas veces se ha criticado y anatemizado por los pedagogos ulteriores. Yo, ni quito ni pongo rey, pero te digo que con aquellas “muletillas”, más las magníficas explicaciones, ejercicios, redacciones, composiciones, etc, conque aquellos heróicos maestros acompañaban cada lección, muchas generaciones adquirimos un cultura general envidiable. Otro día te hablo del resto del material, ¿de acuerdo?

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