viernes, 12 de septiembre de 2008

La plaza de abajo

LA PLAZA DE ABAJO

Una de las cosas buenas que tuvo mi primera infancia es que no fui consciente de aquellos tiempos que le tocó vivir a España. Por un lado se salía de una sangrienta guerra civil, por otro estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial. Nuestra nación padecía el aislamiento internacional acordado por la ONU a causa del régimen dictatorial instaurado después de la contienda. Consecuencia inevitable los famosos "años del hambre".Mis recuerdos, como es natural, son débiles pero procuraré relatarte lo más fielmente posible aquello que viene a mi mente y lo que otros me han contado.Permanece aún en mi memoria el lugar de la "plaza de abajo", muy cercano a mi domicilio y en la que solía jugar siempre que me podía escapar de la vigilancia de mis mayores. Yo estaba en período de lactancia que, por lo que me cuentan, se debió prolongar hasta los cuatro o cinco años. ¡Jesús! ¿tanto tiempo chupando de la teta? (perdón). Tengo que recordarte, si es que no te lo he mencionado antes, que mis padres tenían un pequeño bar, cuyos clientes eran testigos de todo lo que ocurría en él, por lo que, cuando observaban que el niño venía directamente de la calle a solicitar de su madre la ración de alimento lácteo, el comentario repetido y unánime era éste: "-¡Mercedes, a ver cuando le quitas ya la teta al nene, que está a punto de irse a la mili!" Inmediatamente yo replicaba indignado:"¡Al nene no se le quita la teta!".Aquella plaza, con un piso prensado de tierra y piedras, de forma rectangular, estaba flanqueada por frondosos árboles a cuya sombra se disponían unos sencillos bancos con armadura de hierro y asiento y espaldar de madera, pintados de verde y ya grieteados por la exposición al duro sol y a las inclemencias del tiempo, pero que no había guapo que los rompiera. Eran cobijo de personas de todas las edades pero que a nosotros los niños se nos figuraban burladeros en nuestros juegos a los encierros, parapetos para resguardarnos del ataque de los indios, resguardo en el juego del pillar, etc... Más tarde serían testigos de nuestras confidencias a los amigos, a la novia...La plaza de abajo se llenaba de atracciones en las fiestas de Mayo y Junio, con aquellas "cunicas" rudimentarias y aquel tiovivo del "Pepón", personaje singular sin parangón. El solito "se lo hacía todo" pues era la fuente de energía, la música, el animador... Los chavales voluntarios que no podían pagarse unas vueltas en el tiovivo, tendrían que empujar para que éste funcionara, siendo el premio, después de cierto tiempo de trabajo, el poder montarse en aquel rudimentario artilugio. Acompañaba el amigo José, que así se llamaba el Pepón, sus cancioncillas con un estruendoso tambor, siendo una de las más repetidas aquella en la que preguntaba a los niños:"¿Queréis más?", a lo que los chavales respondían con un explosivo y chirriante: "Siiiiiiii", siguiendo el tiovivo dando vueltas. Al poco, cambiaba la frase, de manera que los niños no se daban cuenta de ello..."¿Queréis mear?"...."¡¡¡¡Siiiii!!!!", respondiendo a renglón seguido nuestro personaje: " A mear, a las eras", parando entonces el tiovivo.

No hay comentarios: